El pasado 6 de julio un Boeing 777 operado por la compañía surcoreana Asiana Airlines con
307 pasajeros a bordo sufría un accidente al aterrizar en el aeropuerto
de San Francisco. La investigación que inmediatamente puso en marcha la
National Transportation Safety Board (NTSB) permitirá
conocer lo ocurrido, los fallos y problemas que se conjugaron y
establecer las recomendaciones necesarias para evitar que un suceso
similar ocurra de nuevo.
El resultado de esa investigación tardará meses en conocerse. Sin embargo, días después del trágico accidente, un instructor estadounidense que durante 5 años trabajó en compañías aéreas surcoreanas difundió una carta en Internet relatando
su experiencia y el entorno de trabajo imperante en el país asiático.
Su lectura nos lleva a reflexiones que desde hace años se plantean en la
industria aeronáutica y que son esenciales para la seguridad aérea.
La pregunta clave sería ¿el piloto que promueve la industria es
realmente el que necesitan las compañías aéreas en el S. XXI? En las
últimas décadas el peso del desarrollo de la aviación se ha puesto en
los factores normativos y tecnológicos. ¿Y el elemento humano? Se ha
descuidado, reduciendo o degradando la formación y el entrenamiento, a
pesar de ser el eje fundamental, junto con la experiencia, para
garantizar la seguridad de las operaciones. La fase de entrenamiento es
la que permite comprobar de manera eficaz las competencias y habilidades
del piloto para ejercer su trabajo.
...Como expone el instructor en su carta, los automatismos han acaparado la operación aérea, hasta el punto de que la experiencia de vuelo real, en casos tan extremos como los de Corea, es mínima.
El piloto es quien debe volar el avión y no el avión quien dirige al
piloto. Es necesario que el piloto sienta las sensaciones que provoca
cada maniobra y tener el control de la aeronave. Si no, ésta será
ingobernable en los momentos críticos. Precisamente, las deficiencias en
el entrenamiento y los automatismos ya estuvieron presentes en otro de
los accidentes más graves de los últimos años, el del vuelo 447 de Air France en junio de 2009 (Informe de la BEA francesa)...
El Manual de operaciones del avión es esencial, pero cada operación,
cada aterrizaje y cada despegue tienen sus particularidades. Es en las
situaciones más complejas y en las fases más críticas del vuelo donde el
conocimiento y la experiencia del piloto se hacen imprescindibles para
gestionar adecuadamente el vuelo, garantizando la seguridad de los
pasajeros.
No hay que descuidar el elemento humano. La gestión empresarial no
puede priorizar la producción y olvidarse de aspectos claves para su
desarrollo, como la instrucción de sus tripulaciones. Hay que apostar
por la excelencia en la formación y por la profesionalidad de los
pilotos. Crear pilotos autómatas implica demasiados riesgos.